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Foto del escritorLeticia Brando

Opciones en el presente y personas desechables

Actualizado: 1 may

Cuando camino por la calle, puedo decidir acariciar un perro hermoso que veo descansando o puedo quejarme con el dueño que no recoge bien sus excrementos. Este mundo ofrece muchas opciones de reacción aunque sin duda Internet ofrece muchas más opciones con el auge de la inteligencia artificial. En un click, entramos en la tienda Dior y compramos el bolso modelo Pochette. Seguimos navegando y compramos unas vacaciones en Punta del Este. Desde Facebook, Instagram y TikTok, recibimos links a artículos de economía, belleza y política. De esa información, seleccionamos qué leemos, recomendamos y desechamos. También lo hacemos con las personas: seleccionamos a quién escuchamos, queremos y descartamos.




Karina es una mujer de cincuenta años, divorciada y madre de dos hijos. Desde hace mucho tiempo usa las redes para contactar y conocer hombres para salir. Su última adquisición fue Rodrigo, un hombre separado hacía unos ocho meses de su última pareja. Lo había conocido hacía unos años cuando él iba y venía con esa relación. El estaba muy enamorado de ella pero dado que su pareja no se sentia cómoda con ciertos hábitos de él, como una adicción al alcohol, este hombre era frecuentemente abandonado. En cada abandono que sufría Rodrigo, contactaba diversas mujeres por Internet, entre ellas a Karina. Hay cierta inocencia y vulnerabilidad en una mujer sola, que siente que necesita pareja para explicar su existencia. Entonces tras unos años de salir esporádicamente como amigos, cuando su pareja se decidió a dejarlo definitivamente, Karina y Rodrigo comenzaron a salir a los ocho meses de Rodrigo ser abandonado. Karina se ilusionó rápidamente y se entregó a las rutinas de él, lo acompañaba a partidos del club de sus amores, iba cada día a dormir a su casa y sentía que estaba comenzando una relación seria con perspectiva de matrimonio y convivencia. Tras un mes y medio de salir, Rodrigo, aún herido por su última relación y sin poder olvidarla, seguía contactándola por mail ya que su pareja lo había bloqueado de todos los medios tecnológicos. Rodrigo conocía a Karina, le hacía creer que construía una relación seria y mientras buscaba puentes para que su ex pareja volviera a prestarle atención. Finalmente lo logró. Una foto con Karina en un partido de basquetbol llamó la atención de ella, de su objeto de amor. Como su ex pareja reconoció que Karina era una de las diversas mujeres con las que había descubierto que Rodrigo había salido mientras ellos estaban mal, preguntó y expresó cierta incomodidad y hasta dudas que esa relación recién haya comenzado. Rodrigo le contó que sólo la veia algunas veces desde octubre. Karina también habló con ella, la culpó de meterse en su pareja, que ellos eran novios, que hasta le había expresado que quería vivir y casarse con ella, que ella dormía cada día en casa de Rodrigo y que la quería a ella. Con una clara ceguera e ignorancia sobre la realidad, Karina le envió varios mensajes a la ex pareja de Rodrigo y la hizo responsable de la distancia de Rodrigo con ella. Pero lo que no sabía era que Rodrigo había sido frecuentemente abandonado por esa mujer y en esos momentos, solía salír con varias mujeres y pese a eso, ninguna mujer había sido capaz de enamorarlo. Tampoco Karina y esa puerta de celos que abrió esa publicación de Twitter la aprovechó para que su ex pareja lo desbloqueara y a la semana, ya no se acordaba ni quería seguir saliendo con Karina. Claro que el punto aquí es que Karina con un sentimiento de posesión, retrógrado y poco lúcido, culpó a la ex pareja de Rodrigo como la culpable de su separación y la frustración de no poder construir una "pareja". Aunque todos sabemos que nadie es culpable de separar a nadie porque no somos dueños de las personas. Se siente o no. Se fluye o no. Rodrigo cometió el error de adelantarse a comenzar algo sin haber podido cerrar su relación anterior. Finalmente, tras insistencia de algunos días, logró que su pareja lo desbloqueara y que evaluara la posibilidad de regresar con él.


Muy distinta es la actitud de mi amigo Andreu, un psicólogo de cuarenta años. Sólo sale con alguien si realmente siente atracción, deseo y un sentimiento cercano al amor. Él cree que su tiempo vale oro. En cuanto percibe que no siente ni sentirá amor por la chica que está conociendo, toma distancia y se aleja. Suele ser sincero y comunica con lujo de detalles sus razones para no amar. Durante su última relación, Andreu se encontró con una cuestionadora de su saber y hacer. La chica abandonada, reclamó amistad y consideración y pidió conversar personalmente. Él decidió dejarla por teléfono aunque ambos viven en la misma ciudad. Esta insistencia hizo que Andreu transformara su ser habitualmente paciente y bondadoso.


Acostumbrado a desechar la información que va recibiendo en la bandeja de entrada de su mail, decidió que esta mujer debería ser desechada y olvidada, como uno de esos spam que uno recibe diariamente. No sólo se negó a tomar un café, sino que además terminó convencido que era una obsesiva al estilo Glenn Close en “Atracción fatal”.

Si durante la relación esta chica se había mostrado cálida, comprensiva, empática y cariñosa, ¿qué había sucedido que Andreu ahora la consideraba un ser horroroso? Quizá porque parece que el reloj se detiene cuando sentimos peligro y miedo. Esa paralización hace que nos olvidemos el pasado feliz con una persona que en el momento presente nos está importunando. Cuando nos sentimos atacados por alguien que nos provoca, podemos ser emocionalmente eficaces y contestar con una frase llena de amor y paz. Pero también podemos actuar reactivamente y atacar con más fuerza al contrincante. Andreu suele ser muy hábil en sus relaciones, pero esta vez, sintió que ella sentía demasiado por él y atacó rechazando y repudiando la intención amistosa de ella. Mi amigo actuó como el niño que golpea a los menores en la escuela para proyectar fuerza en sus colegas de clase.

Al final, no es más que la demostración de un rasgo femenino el hecho de buscar explicaciones en asuntos del corazón. La necesidad humana de cerrar los asuntos hablando y hablando. No siempre esa pasión por las palabras dichas es entendida por algunos ánimos masculinos. Confío que Andreu descubra las trampas de la percepción de su cerebro, tome distancia y relativice. Eso es madurar. Eso es recordar y amar lo que vivimos y sentimos.


Podemos desechar mails, links, información, objetos, pero nunca podemos desechar personas, salvo que hablemos de maltratadores y autores de similares bajezas. Las mujeres y los hombres no somos productos desechables. Tenemos alma, voz y voto. A veces nos equivocamos. A veces acertamos. Pero al final de cuenta, como canta la gran Chavela Vargas, siempre volvemos al lugar donde amamos la vida.


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